La inesperada muerte de Murillo

 ¡Hola!, ¿cómo estás?

Por equipo Sevillaconguía

En Sevilla estamos viviendo una de las mejores épocas del año, la primavera. El inicio de la misma, es mágico. Azahar que cae, perfume natural, días agradables y tardes que se van alargando, presagiando el verano. Si quieres conocer Sevilla en primavera, ¡ya estás perdiendo el tiempo, te recibiremos con los brazos abiertos! 😃 Ahora mismo, está teniendo lugar la Semana Santa y las procesiones y la gente inundan las calles, convirtiéndose en un pintoresco escenario que te invitamos a conocer. 

Y como este blog pretende divulgar la cultura local sevillana, vayamos al lío. 

En algunas ocasiones tenemos que recordar acontecimientos trágicos. El caprichoso destino y las consecuentes situaciones que giran alrededor de los personajes de los que hablamos, no tienen en cuenta la valía de los mismos, la labor que desempeñaban, el momento vital en el que se encontraban. 

Por ello, hoy hablamos de un artista que, hasta el final, se involucró con su profesión al máximo. Murió a consecuencia de su labor profesional, dejándose la vida, literalmente, pintando. 

En Sevilla, al visitar los monumentos y museos más importantes vemos ejemplos de sus agraciadas manos, de su talento. Un peso pesado de la historia del arte, lo cual supone que se pasará en más de una ocasión por aquí, ya que transmitir lo que supuso su forma de interpretar el mundo a través de la pintura, es inabarcable en un solo post

Un día como hoy de...

Autorretrato del protagonista de este artículo, se encuentra en la Galería Nacional de Londres


1682 falleció Bartolomé Esteban Murillo, dejándonos un enorme legado. 


A Murillo le encargaron un cuadro, para un retablo de un convento Capuchino, en Cádiz. Y lo comenzó a pintar en 1681. Aunque acostumbrado a pintar lienzos de grandes dimensiones, éste requirió -como otros tantos- de andamio. Y, un día de trabajo cualquiera en este proyecto, sufrió una caída. Murillo, que ya venía padeciendo cierta hernia, se hizo daño en los intestino y, la caída, le afectó a sus órganos internos, ya maltrechos. Su muerte, no sería inmediata sino que fallecería meses más tarde. 

Divisando su final, pidió una última voluntad: ser enterrado en su parroquia, que no era otra sino la del barrio de Santa Cruz. ¡Últimamente no paramos de citar ese lugar! el intrincado laberinto de callejuelas y callejones, el antiguo barrio judío. 

✅Psé 😏 ¡no puedo dejar de contarte que realizamos una estupenda visita al barrio de Santa Cruz, durante la que contamos su historia y unas cuantas leyendas que tienen lugar en este enclave mágico y, por supuesto, hablamos de Murillo. Si quieres más información, la tienes aquí. ✅

Sigamos con la Iglesia de Santa Cruz, el lugar donde Murillo pidió ser enterrado:

Hoy en día, no existe la primitiva iglesia, ya que fue derribada por el ejercito francés durante la ocupación del siglo XIX. Y en lugar del templo, nos encontramos con el mismísimo corazón de Santa Cruz, que no es otro sino la plaza que lleva dicho nombre. 


Plaza de Santa Cruz, donde antaño se ubicó la iglesia en la que se dio sepultura a Murillo. Asoma en el centro la Cruz de la Cerrajería. 


La primitiva iglesia se construyó, nada menos, que en 1391. Año del asalto a la judería. Un pogromo con todas las letras que, por desgracia, ocurrió en Sevilla, un 6 de junio de aquel año. 

Me explico, un pogromo consiste en un linchamiento multitudinario, ya sea espontáneo -o haya sido premeditado- y, sobre todo, hacia un grupo en particular. El motivo puede ser étnico, religioso, las dos a la vez, además de un sinfín de causas más. El expolio y destrucción de los bienes de las personas que lo sufren es parte de este terrible acto. Pero, el pogromo de Sevilla de 1391, como solemos decir, es otra historia que comentaremos en nuestro blog. Sin embargo, lo que comenzó en Sevilla se esparció por toda la península, por casi todos lo reinos...

Pero, hablemos un poco más de Murillo...

La vida de los personajes que tratamos está, como la de todos, sujeta al azar. Y, es curioso cómo Murillo quiso embarcar hacia América, con tan solo 15 años. El joven Bartolomé estaba a cargo de Juan Antonio de Lagares, marido de su hermana Ana, tras la muerte de sus padres. Y no sabemos qué papel jugó Lagares en que Murillo comenzase su aprendizaje artístico, comprendido entre 1630 y 1640, pero lo hizo con el pintor Juan del Castillo, casado con una prima suya. Juan le enseño el oficio sin saber que estaba guiando los primeros pasos de uno de los pintores barrocos más importantes de la historia. 

Una vez abandonó el taller de Juan del Castillo, 

"lo suficientemente capacitado para mantenerse pintando "de feria", realizó una partida de pinturas para cargazón de Indias; y habiendo adquirido por este medio suficiente caudal, pasó a Madrid, donde, con la protección de Velázquez -su paisano- vio repetidas veces las obras de Palacio". 

En un principio, como lo hicieron otros pintores sevillanos, vivió de los numerosos encargos que venían desde América. De algún modo, Murillo no viajaría al Nuevo Mundo pero sí lo haría el arte surgido de su ingenio...

Murillo, en sus primeros años, se había encerrado a pintar. Al sacar a la luz sus primeras obras públicas, se ganó el respeto que merecía. 

En 1645 Murillo contrajo matrimonio con Beatriz Cabrera Villalobos, que era de buena familia, de la localidad de Pilas. Además, sobrina de un tal Tomás de Villalobos, platero de oro y familiar del Santo Oficio. Casi nada. 

✅¿Sabes lo que significaba ser "familiar del Santo Oficio", es decir, persona muy, pero que muy allegada a la Santa Inquisición? En este post, hicimos un repaso sobre el tema, échale un vistazo 👉 aquí. ✅

Bartolomé y Beatriz tuvieron diez hijos de los que, únicamente, cinco sobrevivieron a su madre, fallecida en 1663. Con este tipo de datos nos damos cuenta de la gran mortalidad de la época, sobre todo, la infantil. Sin duda, siempre lo pensamos, la gente, estaba hecha de otra pasta. 

El mismo año de su matrimonio recibió uno de sus encargos más importantes: los once lienzos para el claustro chico del convento de San Francisco, en Sevilla. Trabajó en ellos entre 1645 a 1648. El desaparecido convento de San Francisco, donde hoy se encuentra la Plaza Nueva -la del ayuntamiento-, era un enclave urbano de primera categoría, además de artístico. Muchos ansiaban trabajar para este convento, ya que suponía un trampolín profesional, adquiriendo gran popularidad en la escena artística hispalense del siglo XVII. 

El encargo tenía como finalidad hacer propaganda de la grandeza de la orden franciscana, dirigidos a exaltar las virtudes vinculadas a los frailes menores. La caridad, el misticismo, los milagros salutíferos, virtudes muy valoradas por una sociedad local y, en aquel momento, cosmopolita, como la sevillana de la época. Cosmopolita y sujeta a penurias, epidemias y gran mortandad. 

San Diego dando comida a los pobres, se encuentra en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y forma parte de la serie de cuadros que los franciscanos encargaron a Bartolomé Murillo. Una maravillosa escena costumbrista en la que se relaciona a la orden con una de las virtudes más importantes, de mayor consideración en una época tan difícil: la caridad


Los cuadros quedarían dispersos, tras la Guerra de la Independencia, sobre todo, los que fueron robados por los gerifaltes del ejercito francés.  

Murillo siguió pintando en circunstancias muy complicadas. En 1649 una terrible epidemia de peste asoló Sevilla y sus consecuencias duraron muchos años. De esta época pertenece uno de los primeros testimonios de la atención y dedicación de Murillo a los temas populares -esos que tanto nos gustan en Sevillaconguía-, con protagonistas infantiles, en la que se pueden apreciar pinceladas de un melancólico pesimismo, al representar a un niño -un esportillero- desparasitándose en soledad, en una de las muchas casas abandonadas, tras la gran epidemia. 

Joven mendigo o niño espulgándose, fechada entre 1645-1650, años terribles en los que la epidemia de peste se cebó con Sevilla. Se encuentra en el Museo del Louvre, París

Sevilla poseía por aquella época alrededor de 70 conventos, nada menos, un importante foco de cultura religiosa. En 1615 el fervor religioso también era importante. Y la gente se echó a la calle para proclamar la concepción de María sin pecado original. La peste de 1649 también ayudó a que la devoción alcanzase cotas nunca vistas, apareciendo títulos tan representativos como el Cristo de la Buena Muerte, o el Cristo del Buen Fin, fundándose cofradías como la de los Agonizantes. Desde luego, un panorama bastante particular. Por lo tanto, había una gran demanda de cuadros de tinte religioso, además de muchos encargos privados. Ninguna casa, por muy humilde que fuese podía pasar sin poseer, colgado en una de sus paredes, un cuadro de dicha temática. Murillo tuvo muchos encargos privados en esta complicada época...

Pero seguir ahondando en la figura y el trabajo de Murillo, merece una serie de capítulos que dedicaremos en el futuro. Nuestra intención hoy, era la de recordar su muerte, porque con ella se fue la de un genio que vivió, intensamente. 

Como siempre, si has llegado hasta aquí, te damos las gracias y te deseamos una agradable Semana Santa. 







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