por equipo Sevillaconguía
¡Hola!, ¿qué tal?
Ya se siente la llegada de la primavera, uno de los mejores momentos para que nos visites y, también, una buena ocasión para continuar recordando a esos personajes tan importantes, gracias a los cuales podemos realizar nuestro trabajo, en ocasiones, contemplando sus espléndidas obras.
Obras de magnífica calidad, con las que comprendemos lo importante que es viajar y conocer el pasado y el presente de los destinos que elegimos. Pedazos de historia, que nos encanta interpretar.
Y este es el caso del personaje del que te hablamos hoy. Jienense, y con una relación especial con Sevilla. Fue una tremenda suerte que, el artista del que te hablamos hoy, habitase Sevilla.
Su calidad como artista fue tal que se ganó varios sobrenombres; como el Lisipo andaluz. Poseía una maestría tal al trabajar con la madera que, incluso, para algunos no era suficiente con ponerlo a la altura del escultor clásico griego; lo llamaban, directamente, la cúspide del manejo de tan noble material:
El dios de la madera.
Y, fuese un dios o no, se ganó un puesto en el Olimpo de los mejores escultores españoles.
Un 16 de marzo de 1568
Nació Juan Martínez Montañés en Alcalá la Real, Jaén. Como escultor, se formó en Granada y, posteriormente, en Sevilla, donde se establecería, pasando el resto de su vida, formando parte de la escuela sevillana de imaginería, siendo, además, su máximo exponente.
En Alcalá la Real conoció a su mentor, Pablo de Rojas, otro gran artista que montó su taller en Granada, realizando un importante papel en la definición de tipos iconográficos que tendrían una gran influencia en la imaginería procesional barroca.
Es decir, Montañés se formó con un gran imaginero.
Con todo, pasaría aquella estancia formativa en la bella Granada para, después, marchar a Sevilla. Los primeros datos de su estancia en nuestra ciudad datan de 1587, momento en el que contrajo matrimonio con Ana de Villegas, en la parroquia de San Vicente.
Al año siguiente compareció ante el Tribunal Examinador, para acreditar su habilidad a la hora de confeccionar retablos. Esculpió una figura vestida y otra desnuda, realizando también el alzado de un retablo. El resultado fue: "hábil y suficiente para ejercer dichos oficios y abrir tienda pública". Martínez Montañés comenzaba a forjar su propia leyenda.
Retrato de Montañés con 47 años, realizado por Francisco Varela, en 1616
Se encuentra en el Hospital de los Venerables, lugar que nos encanta y que, por supuesto, te recomendamos visitar
Pero en las vidas de los personajes que tratamos en nuestro blog, suceden acontecimientos, en muchas ocasiones, trágicos. Situaciones que nos ayudan a comprender que, al fin y al cabo, fueron personas sujetas al vaivén del destino, tal y como lo estamos todos.
En agosto de 1591 fue encarcelado por su implicación en la muerte de un tal Luis Sánchez. Pero, vamos a ponernos en contexto; la Sevilla a la que llega Montañés era la ciudad más poblada de España por aquel entonces, además, el centro económico de la España del siglo XVI. El Puerto de Indias atraía el comercio americano, las fortunas se consolidaban y una élite culta se dispone a demandar obras de arte. Y la prosperidad cohabitaba con la miseria. Con la necesidad, la prostitución y el crimen...
Por su parte, Montañés, dicen algunos, tenía un carácter fuerte, era perfeccionista, orgulloso de su obra.
Otros dicen que poseía cierta tendencia violenta, la cual, se demostró en una pelea callejera que protagonizó, y en la que estuvo en vuelto Luis Sánchez, que acabó muerto.
El artista acabó preso pero obtuvo el perdón de la viuda tras el pago de 100 ducados de oro. La documentación se conserva en el Archivo de Protocolos de Sevilla.
Sea como fuere, este hecho influyó en el desarrollo profesional de Montañés, que era profundamente religioso. ¿Existirá un componente expiatorio en su obra?
En 1613 falleció su esposa Ana. Pero Montañés parecía no querer perder el tiempo y estaba deseoso de formar una familia, numerosa a ser posible. Al año siguiente se casó con Catalina de Salcedo y Sandoval, hija del pintor Diego de Salcedo y nieta del escultor Miguel Adán. Catalina y Juan tuvieron siete hijos.
En 1629 cayó enfermo y estuvo en cama cinco meses. En aquel momento Montañés estaba inmerso en un proyecto, al que estaba atado mediante contrato y, de hecho, tuvo un pleito por demora, además del incumplimiento del contrato.
Pero, nada pararía a Montañés. Estaba destinado al Olimpo de los grandes artistas. En 1635 marchó a Madrid donde moldeó en barro el busto del rey Felipe IV, que serviría para elaborar una estatua ecuestre, la que actualmente se encuentra en la Plaza de Oriente de la capital española. Su éxito con este encargo no se hizo esperar. Montañés acudió a este encargo y se quedó en Madrid seis meses gracias al llamado del pintor de corte, el sevillano Velázquez.
La relación entre Diego y Juan venía de mucho antes. El suegro de Velázquez, Francisco Pacheco, policromó algunas de las mejores esculturas realizadas por nuestro protagonista.
Pero, como decíamos, la vida de Montañés está atada a la tragedia, a una personalidad difícil, y, también, al turbulento vaivén histórico de la Sevilla de aquellos tiempos. Juan Martínez Montañés falleció en Sevilla, a los 81 años, víctima de la epidemia de peste de 1649.
Este hecho no es baladí. Durante aquella epidemia murió, aproximadamente el cincuenta por ciento de la población y, como decíamos, Sevilla era la ciudad más habitada de España por aquel momento. Una auténtica tragedia.
Fue enterrado en la antigua parroquia de la Magdalena. Catalina de Salcedo, en un documento, declaró lo siguiente:
...Mi marido quiso ser enterrado en el convento de San Pablo, en la sepultura que allí tenemos, y por haber muerto en 1649, en el rigor de la peste, el susodicho me pidió que fuese sepultado, como lo está, en la iglesia parroquial de la Magdalena de esta ciudad...
Más allá de la polémica, suponemos que el complicado contexto hizo imposible la voluntad del artista.
Retrato del bueno de Montañés, realizado por Diego de Velázquez, durante su estancia en Madrid
Pero, una vez comprendido el peso de este artista en Sevilla, donde se conservan muchas de sus obras, nos gustaría repasar algunas, que vemos a diario, sobre todo, en la visita guiada que realizamos a la catedral. Y, como seguro que has notado la devoción que tenemos por Montañés, no podemos dejar de recomendarte la visita guiada que realizamos cada día. Ya sabes, al estilo Sevillaconguía: grupos pequeños y exclusivos, nada de visitas masificadas, una de las formas más sencillas de conocer de primera mano ese enorme museo que es la catedral.
¡Visitemos juntos la catedral de Sevilla! donde podremos ver las siguientes obras de Juan Martínez Montañés: aquí tienes nuestra tienda 😄
La Cieguita, una Virgen Inmaculada muy especial
Fechada entre los años 1629 a 1631. Podemos encontrarla en el transcoro de la catedral, en una de las capillas anexas al mismo. Una estupenda capilla hecha de alabrastro. Un lugar idóneo para venerar a una imagen que supone una colaboración entre dos grandes; Juan Martínez Montañés la talló en madera de cedro y Francisco Pacheco la policromó.
Casi nada. Pacheco también pintó los retratos de los donantes que pueden verse en el banco del altar en el que se encuentra esta gran obra de arte.
Los patronos de la capilla fueron: Francisco Gutiérrez de Molina y Jerónima de Zamudio.
La cieguita mide 1,64 m. y fue esculpida según un modelo del propio Pacheco, modelo que aparece en un tratado que él mismo escribió, Tratado del arte de la pintura, donde establece lo siguiente:
...Hase de pintar, pues, en este aseadísimo misterio, esta Señora en la flor de su edad, de doce a trece años, hermosísima niña, lindos y graves ojos, nariz y boca perfectísimas y rosadas mejillas, los bellísimos cabellos tendidos, de color de oro; en fin, cuanto fuere posible al humano pincel.
Y así trató de hacerlo Montañés, una Virgen niña, con la cara redondeada y los ojos entrecerrados, lo que le otorgó el sobrenombre de la Cieguita.
Una larga melena -en este caso negra- le cae en los hombros, sobre la túnica que la cubre, atada con un cíngulo, además de un manto sobre los hombros que se sustenta en el brazo izquierdo. Perfecto para crear numerosos pliegues, que Montañés dominaba a la perfección.
Una obra de arte monumental, a pesar de su pequeño tamaño. Colocada a la altura perfecta para ser venerada, para ser admirada por todo el que se acerque a este lado del coro.
Como un buen número de representaciones de la Virgen Inmaculada, está sustentada sobre un grupo de ángeles y la Luna, a la manera de Murillo, la forma que ésta adquiere en el Apocalipsis.
Lo de la Cieguita le viene por la propia expresión de sus ojos, ya que desde algunos puntos de vista parece poseer una expresión que la asemeja a una persona con falta de visión. Un título aportado por la cultura popular, esa en la que tanto nos gusta hurgar en Sevillaconguía.
El Cristo de la Clemencia
Lo del Cristo de la Clemencia es punto y aparte. Otra de las obras de Montañés que se encuentra en la catedral. De hecho, se le conoce también como el Cristo de los Cálices porque -hasta el año 1992- estuvo en la capilla que recibe ese nombre. Hoy día, se encuentra en la capilla de San Andrés, junto a la Sacristía Mayor. Y, es curioso, porque ni siquiera la catedral fue su primera ubicación. anteriormente estuvo en el Monasterio de Santa María de las Cuevas, en el corazón de la Isla de la Cartuja.
👉Por cierto, la Cartuja es un lugar que te recomendamos visitar. Allí se encuentra un monasterio que, hoy en día, es el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Pero el monasterio, sin monjes cartujos, sigue ahí, en una ubicación preciosa. Un lugar relacionado con Cristóbal Colón -estuvo enterrado ahí- y en el que pasar unos momentos de relax, al salir de la zona monumental...
Pero, sigamos con el Cristo de la Clemencia.
El clérigo sevillano Mateo Vázquez de Leca le realizó el encargo a Montañés, para su oratorio privado. de Leca y Montañés dejaron constancia del encargo en un documento, fechado en 1603.
...El Cristo ha de estar vivo, antes de haber expirado, con la cabeza inclinada sobre el brazo derecho, mirando a cualquier persona que estuviese orando al pie de Él, como que le está el mismo Cristo hablándole, y como quejándose que aquello que padece es por el que está orando, y así ha de tener los ojos y rostro, con alguna severidad y los ojos del todo abierto...
Y el encargo se realizó a la perfección. La perspectiva siempre es importante y es necesario mirarlo desde el lugar que pedía Vázquez de Leca, desde donde se coloca el orante, a los pies de la cruz. Desde esa posición Cristo tiene los ojos abiertos, aún vive.
Trabajos de restauración del Cristo de la Clemencia, en 2019. Puede verse a la perfección la expresión que el clérigo le pidió a Montañés. En el lugar indicado la fuerza de esta imagen es sobrecogedora
Pero el número de obras de gran peso que Montañés nos dejó fue abrumador. Por ello, como otros tantos personajes históricos, seguirá visitando nuestro blog. Por el momento, lo dejamos aquí, no sin desearte una estupenda tarde.
Como siempre, te damos las gracias por llegar hasta aquí. No dudes en contactarnos para realizar una de nuestras visitas guiadas, mientras tanto, seguiremos indagando en la historia, las tradiciones, el folclore, todo lo que tenga que ver con nuestra ciudad, para compartir contigo la mejor de las experiencias viajeras...
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