Santa Justa y santa Rufina, realidad y leyenda

 por equipo Sevillaconguia


Visitar Sevilla y no notar la presencia de las estas dos hermanas, es complicado para los ojos que saben dónde mirar. 

El culto a las santas Justa y Rufina, hermanas y vecinas de la Híspalis romana, es bien antiguo y, a pesar de ser una devoción enraizada en Sevilla, el recuerdo de las dos mártires se ha expandido a lo largo de la geografía española. 



Subasta en Sotherby´s -2007- de un cuadro de Velázquez, en el que se representa a una joven Rufina, adquirido por la fundación Focus y cuyo destino fue Sevilla


Un culto que sigue vivo, a pesar de los siglos, y que forma parte de la cultura popular local.


El cabildo metropolitano de Sevilla encargó esta obra a Francisco de Goya en 1817,
se encuentra en la sacristía de los Cálices de la catedral


Datos históricos de Justa y Rufina se remontan al siglo VI, en forma de inscripciones que recuerdan algunas de sus reliquias. Ellas, habitaron esa Híspalis -la actual Sevilla- en el siglo III, nada menos. Y se dedicaban a un oficio tan antiguo como la leyenda que les precede, eran alfareras. 

Se les menciona en el Martyriologium Hieronymianum y en el Acta Sanctorum, donde se recogen numerosos documentos que giran en torno a ambas. 

El primer -y difícil título- es una lista de mártires atribuida a San Jerónimo. Por su parte, el Acta Sanctorum -o actas de los santos- es una recopilación de textos hagiográficos, es decir, de biografías de santos. 

Ellas, fueron retratadas por Velázquez, Murillo, por Goya. La devoción fue el vehículo a través del cual la vida de las dos mártires llegó a oídos de estos y muchos otros artistas. Y es que los encargos de obras relacionadas con el culto a Santa Justa y Rufina son unas cuantas. 

El momento en el que Goya pinta el cuadro para la catedral de Sevilla -1817- no es, precisamente, su mejor momento y, respecto a sus obras, recordemos que Fernando VII le confiscó la Maja desnuda a Manuel Godoy y, en 1814, la Inquisición la raptó por su obscenidad. 

Su amigo e historiador del arte Juan Agustín Ceán Bermudez, que se formó en Sevilla -entre otros lugares- y trabajó en el Archivo General de Indias, le consiguió el encargo. De hecho, lo supervisó hasta el último detalle, decidiendo qué se iba a representar y exigiendo bocetos previos. Aún se conserva uno en el Museo del Prado. Además, existió otro en el Hospital del Pozo Santo de Sevilla y permaneció allí hasta el año 1971, momento en el que se vendió y pasó a manos privadas. 


Boceto del cuadro que Goya pintaría para la catedral de Sevilla
El propio cabildo lo rechazaría, quería un cuadro más luminoso y académico


¿Quiénes fueron Santa Justa y Santa Rufina?

Justa y Rufina, hermanas, nacieron entre los años 268 al 270, respectivamente. Y lo que aconteció en sus vidas, como tantos acontecimientos históricos, ha sido barnizado, con una pátina de leyenda y con mucha devoción por parte de los habitantes de Sevilla, desde hace mucho, mucho tiempo. 

En la Sevilla del siglo III -era llamada Híspalis- la mayoría de la población aún practicaba la religión grecorromana. Y En el mes de junio se practicaban las adonías. Durante éstas se rememoraba el fallecimiento de Adonis, el cual, era muy querido por la diosa siria Salambó -Afrodita para los griegos y Venus para los romanos-. Mayoritariamente, participaban mujeres de la alta sociedad, que recorrían las calles portando una figura de barro que representaba a dicha diosa, en actitud de duelo, por la triste pérdida de su Adonis. 

Como pedían limosna, se plantaron frente a la puerta del negocio alfarero de las hermanas, exigiendo su colaboración. Justa y Rufina se negaron, por ser un culto contrario a su fe -eran cristianas y de las pocas familias que profesasen dicha fe por aquella época- y se montó una buena. 

La mayoría de fuentes consultadas afirman que, en medio de aquel quilombo, en el que las seguidoras de Salambó trataron de afanarse algunos de los artículos que las alfareras tenían a la venta -como ofrenda para su apenada diosa- y, no se sabe bien cómo, la figura de Salambó terminó haciéndose añicos. 

Justa y Rufina estaban en  problemas. 

Diogeniano, el prefecto hispalense, decidió encarcelarlas, animándolas a repudiar su fe. Fueron torturadas al negarse y Diogeniano se desesperó, encrudeciendo el castigo. Para saciar la ira del prefecto fueron condenadas a caminar -a pie- hasta Sierra Morena. Un paseo nada agradable, por la lejanía y por las condiciones en las que lo realizaron, descalzas, sin apenas agua o comida. 

Justa y su hermana Rufina tuvieron el valor y el aguante de soportar el largo camino y sus inclemencias. Volvieron a la cárcel y, fue en aquella húmeda y oscura mazmorra donde, Justa no soportó más el castigo y murió. Su cuerpo, fue arrojado a un pozo. 

Diogeniano creyó que su hermana Rufina sucumbiría, pero no fue tan fácil. La llevó al anfiteatro y la dejó a merced de uno de los leones. Pero, no le ocurrió nada, el gran felino se le acercó, la olisqueó y le lamió los pies. ¿Te has fijado en el cuadro de Goya? 😋

El malvado Diogeniano no aguantó más y mandó degollarla allí mismo. Su cuerpo, sería quemado. 

Sin embargo, la memoria de las dos hermanas alfareras que murieron por su fe, no caería en el olvido. 

En el año 313 Constantino declararía la libertad de culto en el Imperio. Recordemos lo que se dijo en Milán: «a todos los súbditos, incluidos expresamente los cristianos, se les autoriza a seguir libremente la religión que mejor les pareciera». Superando con esto el decreto con el que Galerio se lo ponía un poco más fácil a los cristianos. 

Los pocos restos que quedaron de las hermanas fueron rescatados por Sabino I -fue el segundo arzobispo de la catedral de Sevilla- y enterrados de acuerdo a aquella primitiva religión católica. La recuperación de los cuerpos de las santas por parte de Sabino está recogido en el Pasionario Hispano, -un libro litúrgico formado de relatos de martirios y destinado a la lectura con motivo de los aniversarios de los santos-, y en él se cita que, dicho enterramiento, se realizó en el cementerio de la Sevilla del siglo III. 

Ese lugar no es otro sino el Prado de Santa Justa, donde se encuentra la estación de ferrocarril actual y que, por si alguna vez te lo habías preguntado, el nombre no incluye a su hermana Rufina por haberse considerado demasiado largo para apodar a una estación. 


¿Por qué las santas Justa y Rufina son tan importantes?

Con la llegada de los visigodos a la Península Ibérica y más concretamente con los obispos, tan importantes para la Sede Hispalense, San Leandro y su hermano San Isidoro, el culto a Justa y Rufina alcanzaría su esplendor. 

De hecho, San Leandro construye una basílica a las santas donde ya existía una capilla previa, que no era otro lugar sino el de enterramiento que les dio Sabino I. 

Durante la posterior invasión musulmana la basílica sería derribada. En cuanto a los restos de las hermanas, se desconoce qué sucedió con ellos. Este supone un punto de inflexión importante pero ni siquiera quinientos años de dominio islámico fueron suficientes para que cayesen en el olvido.

Reconquistada Sevilla en 1248 -por parte Fernando III de Castilla, el rey santo, san Fernando- se construyó una ermita en honor de las dos hermanas, donde estuvo la basílica levantada en tiempos de San Leandro. Además, san Fernando entregó a los Religiosos Trinitarios el terreno en el que se ubicó la cárcel donde estuvieron encerradas Justa y Rufina. En el altar mayor de su templo pusieron imágenes de las hermanas. La Orden Trinitaria reconstruiría su templo en el siglo XVII. En la actualidad, es la basílica de María Auxiliadora de la comunidad Salesiana de la Trinidad. 

Por su parte -también en el XVII- los frailes Capuchinos levantaron una iglesia convento en honor a las mártires alfareras. Y, precisamente, para esta iglesia capuchina, Murillo pintó en 1666 el icónico cuadro de las hermanas que, tras la desamortización de 1836, pasó a formar parte del Museo de Bellas Artes. 

Bartolomé Esteban Murillo las representó de esta forma, sosteniendo la Giralda. La leyenda se acrecentó con el tiempo y las hizo protectoras de la icónica torre



Es curioso cómo se desarrollan las tradiciones. Cómo crecen y se expanden. Como perduran. 

En 1504 tuvo lugar un terremoto en Sevilla y su epicentro fue la monumental Carmona. En Sevilla, la Giralda aguantó -tal y como lo haría en ocasiones futuras- y la propia cultura popular se lo atribuyó a las santas. Es eso mismo lo que representa Murillo en su cuadro, a Justa y a Rufina sosteniendo, de forma delicada, a la Giralda, además de dos palmas, símbolo del martirio. A sus pies, objetos hechos de barro, recordando la profesión de las mártires. 

Y así lo dice el estribillo del himno compuesto por Rosa Díez: 

«Justa y Rufina sostienen
con la fragancia del lirio, 
una Giralda en las manos,
el barro como testigo
y en el hombro de la fe
la palma de su martirio»

 

El culto a Santa Justa y a santa Rufina, más allá de las fronteras de Sevilla 

En Orihuela, provincia de Alicante, se construyó un templo en época visigoda que, posteriormente, se convertiría en una mezquita. Tras la reconquista, en el siglo XV, se decidió levantar un templo gótico bajo la advocación de las dos mártires. Las hicieron patronas históricas de la localidad. 

Así mismo, son patronas canónicas de la ciudad de Manises -Valencia-, donde existe también una calle dedicada a ellas. Y es que, siendo las hermanas patronas oficiales del gremio alfarero, no es extraño que Manises las tenga por sus patronas y realice fiestas en su honor, al igual que lo hacen otras localidades con raigambre alfarera, o, al menos, se les venera con cultos extraordinarios: Talavera de la Reina, Puente del Arzobispo -y la misma capital de Toledo-, en la que tienen dedicada una capilla mozárabe. Campo Real, Villarrobledo, La Rambla, Salvatierra de los Barros; y, también, en Madrid, donde existe la Hermandad del Comercio de las Lozas y Cerámicas, con fiestas ante las imágenes de Justa y Rufina, que se veneran en la iglesia de San José, en la calle de Alcalá. 

Son titulares de parroquias en otras ciudades como Calzadilla de la Tera -Zamora-, Rabanal de Ferna -León- y Horna de Ebro en Cantabria. Y se les rinde culto en otras tantas iglesias y catedrales de España e, incluso, en Portugal...

¡Y es que sobre las dos hermanas todavía nos queda mucho por contar! Un tema muy profundo y del que nos declaramos auténticos fans. 

Por ello, Justa y Rufina, volverán a pasarse por este blog. 


¿Sabías que las santas Justa y Rufina son parte importante de nuestra visita a la catedral de Sevilla? Una visita compuesta por un grupo reducido, sin prisas, sin esperas innecesarias, perfecta para conocer la cultura local...

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Es imposible no mencionarlas, no verlas en repetidas ocasiones, representadas por los rincones de la catedral más grande de España, representadas en tallas, en magníficas vidrieras...Y, por supuesto, disfrutaremos del fantástico cuadro de Goya en la sacristía de los Cálices, donde te contaremos algunos detalles interesantes...




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