Recordamos al rey Pedro I y su presencia en Sevilla, aprovechando un paseo por Santa Cruz
Por equipo Sevillaconguia
¡La primavera ha llegado! Y, con el buen tiempo, llega una de las mejores épocas para visitar nuestra ciudad. Los naranjos están en flor y, en ocasiones, el suave viento mece a los árboles y llueven pétalos.
La ciudad revive tras el invierno y locales y visitantes se echan a la calle, para conocer un patrimonio monumental impresionante. Una ciudad, que no deja indiferente a nadie. Y sobre la que no podemos dejar de contarte cosas.
Por ello, seguimos indagando en esos lugares, no solo en los esenciales -de los que, por cierto, nunca dejamos de aprender- sino también en otros, menos recorridos.
Ya sabes, #Conozcounsitio, es uno de nuestros lemas. Una manera de visitar puntos de interés de un modo agradable con el entorno. Sin grupos numerosos, sin aglomeraciones innecesarias. A tu ritmo, dedicando a cada lugar especial el tiempo que merece...
La vida transcurre por las estrechas calles del barrio de Santa Cruz
Y, el otro día, brujuleando a través de los callejones de la antigua judería, el viejo barrio de Santa Cruz, una de tantas veces que pateamos ese laberinto, nos percatamos, una vez más, de que la primavera, a su modo, nos había sorprendido.
Sevilla se abre como una de esas flores de azahar. Y, entonces, emana su aroma. Por ello, si tu intención es visitarnos, la nuestra es llevarte a los mejores escenarios, esos que hacen de tu viaje un recuerdo especial.
La noche se hace cada vez más habitable, alargándose el día y las horas cálidas y permisibles que hacen posible explorar la ciudad. Que se nos hiciese tarde, que se pusiese el sol y que nos sorprendiese una acogedora atmósfera fue todo un regalo. De esos que regala la primavera.
Por ello, a la caída del sol es posible disfrutar de un estupendo paseo por las calles de Santa Cruz. Y os preguntaréis, ¿importa que sea de día o de noche?
Bueno, todo cambia al caer el sol. Las farolas emiten su luz, la temperatura baja y el fresco aroma de las flores sigue en el ambiente. Volviéndose aún más perceptible. Es el momento de sumergirnos en la mezcla de la historia y de la leyenda y cada uno de esos rincones, de esos sitios especiales, se torna aún más interesante.
La plaza de Santa Cruz, de noche, se convierte en un escenario más especial si cabe
Así pues, con el buen tiempo vuelven las visitas guiadas, a través del barrio de Santa Cruz. Durante este recorrido hablamos, por supuesto, de su historia; de cristianos, musulmanes y judíos sefardíes. De personajes tan importantes como los pintores Bartolomé Esteban Murillo y Diego Velázquez, de la relación de Sevilla para con la ópera y sus icónicos protagonistas, como Carmen, la cigarrera...
¿A qué se deberán esos pinchos que sobresalen de la ventana?
Y algunos personajes relacionados con Santa Cruz poseen un buen peso histórico y legendario. Como el rey Pedro I de Castilla, conocido también como Pedro I el cruel, una vida azarosa, un personaje unido a un destino, como lo consideraban sus enemigos más acérrimos, despiadado, y del que se han contado muchas cosas, que han dejado huellas por las calles del barrio de Santa Cruz. ¿Te suena la leyenda de la cabeza del rey don Pedro?
Busto del rey Pedro I de Castilla. Situado en la calle llamada Cabeza del rey don Pedro
El rey Pedro I de Castilla, -Burgos, 30 de agosto 1334, Montiel 23 marzo 1369-, llamado por sus aliados el Justo y por sus detractores el Cruel, y la ciudad de Sevilla poseen una intensa relación. Quizá, su máxima expresión sea el propio palacio Mudéjar, su auténtico proyecto vital, aparte de otros, que nos dejó el controvertido monarca.
Don Pedro, un personaje clave a la hora de comprender Sevilla y su historia
La leyenda de la cabeza del rey don Pedro
Pero, ¿por qué tenemos en Sevilla una calle llamada Cabeza del rey don Pedro?
Resulta que don Pedro tenía un carácter especial. En gran medida, debido al contexto en el que le tocó vivir, aunque esa sería otra larga historia, que no dejaremos de contarte en Sevillaconguia.
Don Pedro, que estuvo involucrado en una guerra civil contra su hermanastro Enrique de Trastámara, y que acabaría con su vida, nada más y nada menos que un 23 de este mismo mes de marzo. Una trágica primavera para el rey, en la que moriría asesinado a manos de su hermanastro, y acérrimo enemigo. Pero, de nuevo, esa es otra historia que merece un capítulo aparte.
No es de extrañar que en el bélico contexto castellano del siglo XIV el rey don Pedro tuviese múltiples enemigos. Entre ellos, un clan familiar conocido como el de los Guzmanes. La Sevilla del siglo XIV tampoco era un lugar seguro y don Pedro había decidido prohibir los duelos nocturnos. Es decir, se aprovechaba la nocturnidad y alevosía para perpetrar crímenes y disfrazarlos de duelos legítimos. Aquello, ocurrió mucho en las intrincadas calles medievales de Sevilla, quedando mucho de ese trazado, creando un interesante laberinto, no solo físico sino también histórico.
Y el azar, a veces tan retorcido, incluso, para con el rey, hizo a don Pedro protagonista del propio contexto que trató de regular con su autoridad. De hecho, participó en uno de esos duelos nocturnos, al encontrarse de sopetón con un miembro de los Guzmanes, justo en el punto en el que se encuentra el busto que has visto en la fotografía.
En la que hoy día es llamada Cabeza del rey don Pedro.
Pero, sigamos con esta interesante historia...
El de los Guzmanes, aprovechando el amparo y la soledad nocturnas y, viendo que el rey caminaba solo, sin escolta, por las estrechas calles de la próxima plaza de la Alfalfa, -hay que recordar que no es tontería que un rey vaya por ahí, a su rollo, sin escolta, pero es que don Pedro era así...- se enfrentó en duelo contra su enemigo. El mismísimo rey de Castilla.
Fue inevitable que hubiese gresca, a don Pedro no le era familiar eso de achantarse y como ambos iban armados, ambos pudieron presentar batalla. En esta ocasión, el rey dio muerte a su atacante. Contradiciendo la ley que él mismo había dictado. Abandonando el escenario del crimen, creyendo no haber sido visto.
O eso creía el rey.
Desde una ventana, una anciana que había escuchado el ruido de la contienda, se había asomado, curiosa, en silencio, a través de un ventanuco, acompañada de la débil luz de un humilde candil. La anciana, temerosa, al divisar el cadáver tendido en el suelo, de la impresión, dejó caer el candil desde el ventanuco. Y allí se quedó, cercano al cadáver, válido como una de las pruebas del asesinato.
Don Pedro, seguro de salirse con la suya y para aplacar el ansia de venganza de los Guzmanes, que se presentaron en palacio pidiendo la cabeza del asesino, aseguró que encontraría al culpable y que el castigo sería ejemplar; colocaría su cabeza en el lugar donde se produjo la muerte. Como ejemplo de que, en su reino, no se contradecían las leyes que dictaba. Y, como aliciente, ofreció una suculenta recompensa a quien pudiese aportar pistas, tratando de dar muestras de su falta de culpabilidad.
La cólera de los Guzmanes impregnaba las calles de la ciudad y ejercían cada vez más presión en el rey, y, por supuesto, también en la conciencia de la anciana, que terminó, no sabemos muy bien cómo, presentándose en el real Alcázar. Y tuvo el valor de plantarse frente al rey.
A don Pedro, según se dice, esta clase de eventos le producían jolgorio, así que le siguió el juego a la señora. Pero, la testigo del crimen era inteligente y llevó al rey hasta otra sala, en la que encontraron un gran espejo. En él, la anciana señaló al rey -indirectamente- señalando su reflejo.
-Este fue-dijo, escuetamente.
Esta extraña escena divirtió aún más a don Pedro, que la dejó ir, incluso, con la recompensa prometida, eso sí, recordándole que no le convenía decir nada. Que aquello debía quedar entre ellos. Y más valía no llevarle la contraria a un rey tan iracundo como don Pedro.
El monarca proclamó que había encontrado al asesino. Que había conseguido su cabeza y que, tal y como había prometido, la colocaría en mismísimo lugar de aquella pelea a muerte. Pero, como don Pedro no daba puntada sin hilo, la cabeza iría dentro de una caja, inserta en un hueco de un muro cercano, con estricta orden de que no se abriese hasta el día de su propia muerte. Esto, aplacó el enfado de los Guzmanes, durante un tiempo, hasta que el monarca murió. Una vez abierta la caja, llegó la sorpresa: los Guzmanes encontraron un busto, el del propio rey, esculpido en piedra. Una de tantas de don Pedro, de esas cosas que lo hicieron especial. Una broma macabra que se permitió dedicar a sus enemigos.
Hay un busto que, como habéis podido ver en la foto, se encuentra en la calle Cabeza del rey don Pedro, pero no es el original. El busto de piedra de esta historia se encuentra en el Palacio de Pilatos y puede verse durante la visita al mismo.
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Pero, como decíamos, la muerte de don Pedro I de Castilla no fue cualquier cosa. Tuvo lugar un 23 de marzo de 1369, en los campos de Montiel. De forma trágica.
Esta expresiva obra de Arturo Montero Calvo -1859-1887- representa la muerte de Pedro I de Castilla a manos de su hermanastro Enrique de Trastámara, con la ayuda del condestable francés Bertrand du Guesclin, que según cuenta la tradición dijo: "yo, ni quito ni pongo rey, tan solo ayudo a mi señor"
Cuadro presentado en la Exposición de bellas artes de 1884, logrando la medalla de tercera clase, adquirido por el Estado Español y expuesto en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza
¿No son don Pedro y su contexto una auténtica pasada?
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Y, en Santa Cruz, de forma inevitable, también hablamos del monarca. Por su relación con el pueblo sefardí -judío- presente en la Sevilla del siglo XIV, incluso, de forma simbólica en el Palacio Mudéjar del Real Alcázar...
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Y, una vez más, te damos las gracias por haber llegado hasta aquí, deseándote un estupendo domingo, ¡nos vemos en el próximo post!
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